"Mantón es decir Foronda,
Mantilla es decir Belleza,
es armonía y color,
entre flecos y entre sedas".
Feliciano Foronda Robles
Todo se inició en China alrededor de 600 a.C. Allí se descubrió el bordado más antiguo que se conoce, en un ajuar funerario.
Filipinas, que era colonia española desde los años 1521 a 1898, fue un lugar clave del comercio entre China y España.
La "ruta de la seda" partía desde el Puerto de Manila (de ahí el apellido del Mantón), y el Galeón que surcaba esos mares se llamaba también así.
El barco iba cargado de porcelanas, lozas, sándalos, marfil, telas y sedas..., pero ni rastro de los Mantones.
Hasta finales del siglo XVII, los comerciantes chinos no recibirían el encargo de alguna que otra española de Manila que (viendo la belleza de aquellos tejidos tan elaborados), quisieran adornar el MANTO que utilizaban de abrigo, como algo más exclusivo y elegante.
La llegada a España se produce sobre 1816, y es durante el reinado de Isabel II cuando mayor protagonismo alcanza, dando origen a un estilo propio llamado Isabelino. Este se caracteriza, por estar ejecutado sobre una finísima seda natural con dibujos muy sencillos de doble cenefa (una exterior muy fina y otra interior un poco más ancha) y pequeños bordados en las esquinas de flores y pájaros. Sus flecos, son igualmente sutiles, cortos y de enrejados sencillos, de vueltas lisas o pequeñas bateas.
En el último cuarto del XIX, el Mantón de Manila empieza a calar en las clases elevadas cuando las modas europeas entran en nuestro país. Es a finales de dicho siglo cuando también llega al pueblo, convirtiéndose en una prenda indispensable dentro del género musical de la zarzuela, teniendo por tanto su momento de mayor popularidad al aparecer los de Rosas Grandes o Cigarreras. En la imagen Mantón de Manila (detalle), y fotografía de "Floriana", 1920; del catálogo de la exposición El Mantón de Manila, Fundación Loewe, Madrid 1999.
Curiosamente (como se puede ver más abajo), en numerosos carteles y etiquetas de la época los admiramos...
En 1912, el soriano D. Pedro Crespo junto a su mujer, abre la primera fábrica-taller en Sevilla especializada en la confección de Mantones.
Inicialmente los importaba de China, pero luego optó por hacerlos artesanalmente, el sello personalísimo que marcaría la diferencia.
La llegada de la Revolución Industrial a España, hizo que se creasen en Barcelona factorías donde comenzaron a bordarse a máquina, muy originales y coloristas.
Hacia 1923, mi tío-abuelo Juan Foronda dará continuidad al estilo de D. Pedro Crespo, y varios años más tarde mi abuelo Feliciano Foronda también lo hará. Ambos, establecerán una nueva y conocida etapa dentro de este arte, que llegará hasta finales de los cuarenta.
A partir de ahí, recogerán fielmente el testigo sus primogénitos, portadores y guardianes de la tradición que sigue viva en nuestros días, a través de sus nietos.
"La mantilla es poesía,
sus hilos casi son versos,
juntos forman un bordado
que rima arte con sueños".
X Exaltación a la Mantilla, Ramón Luque Sánchez.
De la Mantilla sabemos principalmente que es de tradición española, y que su significado (derivado del latín “mantellum”), responde al nombre de una prenda de uso femenino para ataviarse la cabeza. Sus orígenes se remontan a la cultura de los íberos, y así lo corroboran Polibio y Artemidoro (escritores antiguos): La costumbre de las mujeres de usar velos y mantos para cubrirse y adornarse la cabeza.
Ejemplos conocidos los encontramos en la Dama de Elche y la Dama de Baza, esta última (aquí representada) expuesta en el Museo Arqueológico de Madrid.
Este atuendo por tanto es una variante del velo, y existen distintas clases:
Blonda: es un tipo de encaje caracterizado por la utilización de grandes motivos (sobre todo florales), realizado en seda natural. Tiene una característica muy peculiar que son las ondulaciones de sus bordes, al que algunos autores han denominado Puntas de Castañuelas, por su similitud con éstas.
Chantilly: como su nombre indica, utilizan una tela que proviene de esta ciudad francesa, ligera y elegante. Al igual que en otros modelos, suele estar profusamente bordada de diversos motivos.
Tul: es un tejido delgado y transparente de seda, hilo o algodón (pudiéndose considerar como "el más habitual" de los usados), que suele imitar al de la Blonda o Chantilly. Normalmente con él, están hechas en la actualidad la mayoría de las Mantillas de encaje.
A lo largo de toda su historia, puede decirse que fue durante gran parte del siglo XIX cuando esta indumentaria adquirió su mayor protagonismo.
Llegó a ser el tocado primordial de la mujer española gracias a la reina Isabel II (gran enamorada de los encajes), que impulsó su uso entre las damas de la corte.
En Francia, la emperatriz Eugenia de Montijo ("granaína" y apasionada por estas transparencias que realzaban su belleza) volvería a hacerla resurgir.
Ocurrió que a finales de aquella época se abandonó la tradición de usarla en muchos lugares de nuestro país, aunque todavía quedaban ciudades donde se seguían estilando como Sevilla y Madrid.
Al llegar el siglo XX, se continuó utilizando en la capital andaluza "para las tardes de paseo", pero poco a poco esa costumbre igualmente fue perdiéndose, pues en los últimos años las mujeres solían ponerse pequeños velos para ir a misa.
No obstante, la Mantilla en líneas generales se resistió a desaparecer, y sigue estando presente hoy al igual que ayer en las procesiones de Semana Santa, en los festejos taurinos, o en celebraciones religiosas como las bodas, ofreciendo además en la forma de vestir actual femenina muchas otras posibilidades.
Su elegancia y sutileza, hacen que siga siendo junto al Mantón de Manila una prenda única, que va pasando de madres a hijas, de abuelas a nietas, de generación en generación.
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