La Mantilla es una prenda típicamente española, y a partir del siglo XVII comienzan a usarse las que tradicionalmente conocemos.
Nos podemos encontrar gran variedad de formas: Manolas o Sevillanas, Goyescas, Velos de Toalla, Infantas...
Con los años se van deteriorando, y cuando el tejido está pasado utilizamos la Técnica de Entolar: poner un tul nuevo manteniendo los bordados originales.
Este trabajo de gran laboriosidad, hace posible que quede totalmente restaurada sin perder ese "aroma añejo".
Suelen aparecer pequeñas picaduras o desgarros, algo que se puede solucionar sobreponiendo pequeños adornos similares a los iniciales.
Desperfectos de una mantilla quemada...
Parte del proceso de restauración anterior.
En otras ocasiones las mantillas están entoladas a tiras, y con el tiempo se abren...
Mantilla restaurada.
Convirtiendo una cortina con punta labrada en velo de novia.
Mirando hacia el pasado, vemos que los primeros Mantones de Manila aparecen a finales del siglo XIX. Desde esa fecha hasta nuestros días, se nos presentan una gran diversidad de estilos, diseños y calidades.
En general con el tiempo (por el uso), o por no tener una buena conservación comienzan a deteriorarse.
Pueden tener de vida aproximada dos siglos, aunque a lo largo de todos esos años necesitarán pequeños arreglos.
Lo más castigado son los flecos, es la parte que más sufre y que más cuidados necesita.
También nos encontramos con pequeñas rasgaduras, o como ocurre en las sábanas de hilo e incluso en nuestra propia piel salirle manchas.
Los bordados de los mantones no tienen ningún tipo de nudos en las hebras de sus hilos, por este motivo es normal que los cabos se salgan apreciándose pequeñas hilachas sueltas.
Cuando el tejido comienza a desgastarse buscamos opciones para darle fuerza.
Adaptando las diferentes figuras en relieve...
Podríamos componer y montar un peculiar cuadro con las mismas.
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